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Bienvenidos a Irlanda

Un pequeño país con una gran reputación. Me ha sorprendido por sus paisajes imponentes y un pueblo fascinante y amable, cuya naturaleza lírica se expresa en la calidez de su acogida.

Todos los rumores son ciertos: Irlanda es una preciosidad. Los irlandeses necesitan poco para proclamar su tierra la más bonita del mundo, y respaldan dicha afirmación la espectacular naturaleza o el famoso paisaje verde y azul…

La historia está por doquier, desde los imponentes monumentos de la Irlanda prehistórica hasta las fabulosas ruinas del rico pasado monástico irlandés como en Cashel.

Afirmar que Irlanda tiene un excedente cultural resulta casi manido. Sus fuertes están en los ámbitos de la literatura y la música, en los que Irlanda se ha superado a sí misma, pero el país cuenta con representación en muchos otros campos. Vayáis donde vayáis, descubriréis abundantes expresiones culturales. Podreis asistir en Dublín a representaciones de la obra de un literato o presenciar una ‘sesión’ de música tradicional en cualquier pub de cualquier población saboreando como no, una guinness.

La cordialidad irlandesa es un cliché, una simplificación de un carácter infinitamente complejo, pero los autóctonos son, no obstante, cariñosos y acogedores. No es solo altruismo, ya que la comodidad que buscan es la propia: un irlandés no puede estar tranquilo en compañía de quien no lo está. “Cien mil veces bienvenidos” parece excesivo, pero en Irlanda se fomenta el exceso, practicado con moderación.

Me ha gustado mucho esa informalidad sin adornos de Irlanda, basada en la suposición implícita de que la vida es una batalla confusa en la que todos, sin importar nuestro origen ni nuestro credo, tenemos que manejarnos como mejor podamos. Todos estamos en el mismo barco, contra viento y marea, así que lo mejor es ser civilizados y compartir, siempre que se pueda.

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